Churrasqueira Sever: comer bien en un ambiente cutre | Hoy

2022-06-03 20:14:44 By : Ms. Denise Chen

Esta es tu última noticia por ver este mes

Navega sin límites y disfruta de opinión, nuevas secciones y ventajas exclusivas por 6,95 € al mes.

¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión

Te quedan noticias por ver en este mes

Te queda 1 noticia por ver en este mes

Accede sin interrupciones a todos los contenidos por solo 6,95 € al mes.

¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión

Dorada con acompañamiento de verduras sin aliñas. / M. E.

El restaurante de Marvão donde comemos hoy se llama Churrasqueira Sever, está en Portagem, en la carretera paralela al río, y tiene dos plantas. La noble, la agradable, la correcta es la superior. Si está llena, le llevarán a la planta baja. Resístanse si pueden (a veces, están llenos los restaurantes del entorno y no queda más remedio que bajar si quieren comer o cenar), pero resístanse porque la planta baja es triste, desangelada y con un olor a desagüe que arruina cualquier plato.

Nosotros desconocíamos el detalle, la planta primera estaba llena, bajamos y cenamos envueltos por un perfume nada embriagador. Si lo primero que percibimos en un restaurante son los aromas y los olores y eso influye un 50% en nuestra sensación de confortabilidad, superar esta mala impresión va a costarnos. Para seguir con lo negativo, los aperitivos que ofrecen, y cobran, son las consabidas mantequillas y patés en envases de colorines y unas aceitunas que rechazamos. El pan, que viene en saquitos de papel, no tiene mucho interés, la vajilla Dudson es corriente y la cubertería, moliente. Mantel de papel, servilletas de papel y nos enfrentamos a la carta con el ferviente deseo de que la comida permita superar este cóctel de primeras impresiones poco estimulantes.

Salón de la planta inferior. / M. E.

Es una carta larga, muy larga, con 96 platos. Entradas a base de embutidos, quesos, revueltos, pulpo, almejas y, sorpresa: tordos fritos en aceite. Ya saben, el tordo es ese pájaro al que le encantan las aceitunas, al menos eso aseguran los dichos populares extremeños. Hay una interesante sección de entradas vegetarianas centradas en las setas, sopas tradicionales, buena oferta de pescados y un espectacular apartado de carnes de cerdo ibérico, buey, cordero e incluso toro de lidia, todas 'grelhadas' al carbón de encina. Postres tradicionales y un detalle digno de aplauso: 10 'mini-pratos' o medias raciones que recomendamos porque pedimos la media de 'picanha aberdeen black angus' y, desde luego, en España sería una ración completa y generosa.

Más entonados y contentos ante la selección de platos de la carta, echamos un vistazo a la selección de vinos y 167 referencias nos asombran. No habíamos visto nunca una bodega tan variada y bien concebida en nuestras experiencias gastronómicas portuguesas. La carta está dividida en tintos alentejanos (apabullante selección), vinos viejos del Alentejo y de otras regiones, vinos tintos de Setúbal, Bairrada e Dão, Douro, riojas, riberas del Duero y los extremeños Monasterio de Tentudía y un Madre del Agua 2009 a precio de oferta. Siguen con vinos franceses y argentinos, blancos alentejanos y de otras regiones portuguesas y acaban con vinos verdes, rosados, espumosos, magnum y doble magnum (3 litros). El contraste entre una bodega tan espectacular y un escenario tan discutible es casi violento.

Pero vamos con la cocina. Pedimos una sopa de verduras, que está deliciosa, pero la baja un camarero por las escaleras en lugar de utilizar el montacargas, así que la sopa se bambolea, el camarero la trae en el plato, no en una sopera y, ¡ay!, su dedo pulgar deja su huella en el borde amarillo. Parece de chiste.

Sopa de verduras. / M. E.

Estamos en penumbra, pero entran más clientes, encienden más luces (tinieblas para dos, claridad para seis) y así podemos ver bien la pantagruélica ración de dorada con verduras. Bien cocinado el pescado y buena guarnición de verduras, pero no está aliñada y el camarero es de los que pasan mirando al suelo no le vayas a pedir algo, así que desistimos de solicitar aceite tras varios intentos.

La media picaña es nuestro siguiente plato. Como siempre en Portugal, las patatas fritas de la guarnición se convierten en puro vicio nada más probarlas. La picaña está en su punto, la carne es buena y las verduras, de nuevo sin aliñar. Este restaurante necesita un punto de reflexión y cambio. No puede ser que su cocina convenza y su bodega resplandezca, pero desmerezca tanto el servicio y el entorno, al menos en uno de los comedores.

Media picaña. / M. E.

De 'sobremesa', pedimos piña, que en Portugal suele ser un postre con enjundia. Y no fallan: formidable rodaja sin chantillis, siropes ni zarandajas. El puro sabor de la piña endulzando una experiencia contradictoria, paradójica, inexplicable.

Horario: Cierra miércoles. Resto días: 12-16 y 19-22